El 14 de febrero

La mica rebotaba en las paredes pintadas al 鏊eo y volaba por la sala como un gorri鏮 que volaba hacia la habitaci鏮 y trataba de encontrar una salida, hacia una voluntad salvadora. Los sonidos de la reverberaci鏮 repetida se convirtieron en una especie de cascada, que cay?sobre los hombros y los presion?con la ternura de un monolito de varias toneladas. Solo se distingu燰n los tambores golpeando los t璥panos, todo lo dem嫳 se fusion?en una cacofon燰 espeluznante.
Era el catorce de febrero, d燰 de los enamorados.
Un chico de quince a隳s con una chaqueta marr鏮 de gamuza sint彋ica, con los ojos muy abiertos por la emoci鏮, entr?corriendo al gimnasio de la escuela y comenz?a gritar algo a los bailarines.
No le prestaron atenci鏮, porque todos estaban ocupados con sus propios asuntos, temblando al ritmo, adem嫳, la mica ensordecedora no permit燰 distinguir una sola palabra, por lo que el tipo intent?en vano.
Luego salt?a los Djs locales, a los que el maestro Sergei Vladimirovich intent?encauzar sin mucho 憖ito. Hab燰 varios DJs, por la raz鏮 de que todos quer燰n dirigir el equipo, sin importar que tal organizaci鏮 solo trae confusi鏮 al delicado proceso de gestionar una acci鏮 musical. Agitando los brazos y escupiendo, el tipo los convenci?de que bajaran un poco el volumen de la grabadora y les entreg?un mensaje que hizo que los DJs se pusieran de pie.