La Antropología del Relato y el gesto editorial III: Las Epístolas De 1 Rom. a 2 Tim.

Qu?tenemos en realidad en nuestras manos y de qu?podemos hablar leg癃imamente? No tenemos obras antiguas: ni un Arist鏒eles, ni un Plat鏮, ni un Homero, ni un Evangelio, etc. No tenemos obras antiguas. Todos nuestros materiales son de la temprana Edad Media y el primero de ellos es el c鏚ice vaticano del a隳 350, que contiene la Septuaginta y el Evangelio en una obra completa - nada debajo, nada alrededor. Entre Arist鏒eles y el primer documento material con su nombre en la portada, con siete siglos y medio de diferencia, etc., hay una diferencia de siete siglos y medio. La invenci鏮 del libro es el primer c鏚ice y el primer gesto editorial que tenemos - no es un problema correlativo a la invenci鏮 de la imprenta. Mir?a la cara el antiguo vac甐 de las fuentes y saqu?de 幨 la decisi鏮 estrat嶲ica de no traicionar el vac甐 por medio de no s?qu?"teor燰"; me puse a la fecha de mis materiales -nuestras icas fuentes- al negarme a dividir el problema del contenido, el fondo, la forma, la ciencia del dise隳 y el gesto editorial. He examinado la Septuaginta y el Evangelio juntos, posando en el 350, dando primac燰 al gesto editorial que representa el c鏚ice. He analizado la mutaci鏮 que representa en relaci鏮 con las mediolog燰s que la precedieron y las implicaciones que se derivan de ella. De hecho, si un romano en el a隳 200 va a la biblioteca de Roma y pide un Homero - y sabiendo que no se le da ni el c鏚ice ni la obra completa porque a no existe - qu?lee? Qui幯 lee a qui幯 y qu? La revoluci鏮 del c鏚ice, de la obra completa y de lo largo y complejo Relato construido desde la primera hasta la tima l璯ea, representan un cambio equivalente al que estamos experimentando entre el mundo del libro y el del mundo digital. Materialmente, por lo tanto intelectualmente, los Antiguos nunca pudieron leer lo que nosotros le璥os. He hecho lo mismo con el Cor嫕, excluyendo todo lo que no tenemos y que tal vez ni siquiera exist燰. He desestimado las leyendas y tradiciones, incluso las aprendidas; he desestimado todo lo que intentaba preservar la posibilidad de la fe dentro de la ciencia, y me he dado la raz鏮 de ser del conocimiento independientemente de todas las dem嫳 consideraciones. Por lo tanto, he estudiado el no narrativo que es el Cor嫕 y el Relato que es el Evangelio, tratando de recuperar la antropolog燰 de aquellos que los crearon: su relaci鏮 con el lenguaje, con la escritura, etc. Los Relatos hablan por s?mismos: sobre s?mismos por s?mismos. Dan el m彋odo que permite descifrarlos desde dentro y la explicaci鏮 del lenguaje que utilizan; dan su gram嫢ica, su diccionario y sus instrucciones de uso. Hablan de los problemas encontrados por sus dise鎙dores, por los equipos de profesionales - eruditos tard甐s y medievales - en las obras de construcci鏮. De este estudio se desprende que el G幯esis es el Relato de la creaci鏮 de lo propio Relato, por s?mismo; que el Evangelio es principalmente una estrategia de comunicaci鏮 del siglo IV que, a trav廥 de un falso juicio, responde a una verdadera calumnia: la de la mala reputaci鏮 que los cristianos arrastraron tras ellos durante la pax romana - responde a acusaciones infundadas y tambi幯 se aprovecha de ella para resolver asuntos familiares; que el Cor嫕, finalmente, lejos de ser alcanzado por un agudo acceso beduino, es el hecho de que los timos acad幦icos de Alejandr燰 lo utilizan para arrojar luz metodol鏬ica y problem嫢ica sobre todas las obras escritas en lenguas no 嫫abes que preceden al Cor嫕, es decir, sobre la totalidad de nuestra biblioteca cl嫳ica, la que este medio ambiente t嶰nico de profesionales de la palabra escrita concibi?y cre?entre 350 y 800, entre el advenimiento del cristianismo y el del Islam, y como consecuencia. Bajo el manto de los nuevos hegemonismos, los acad幦icos nos han dado algo distinto de lo que se cree.