La Maldición

"Yo os maldigo esta noche y espero y deseo que os ve壾s como yo me veo, ni m嫳 ni menos que como yo me veo, enterrado en vida, y que esta sea larga, una muy larga vida. "DE HACER CUMPLIR LA MALDICI粍 DE UNA MONJA SE ENCARGA EL DIABLO EN PERSONA". Esto fue lo que le dijo atemorizado Don Pedo Gonz嫮ez de Hoyos, p嫫roco de Santa Mar燰 la Blanca, a I鎴go Palomino al momento de escuchar su confesi鏮. Nos encontramos en Sevilla, a mitad del siglo XVII y a principios del reinado de Carlos II. Comienza ya el declive de la ciudad m嫳 hermosa y cosmopolita del Imperio Espa隳l. Pero aun as? el arte del siglo de Oro y especialmente el barroco andaluz, contin brillando en los talleres de Murillo o en el de Pedro Rold嫕. Festejos de ca鎙s y toros, comedias de Lope y de Tirso y las procesiones de Semana Santa, marcan el ritmo vital y apasionado de un ciudad que a en decadencia, sigue siendo el coraz鏮 de un Imperio donde a no se pone el Sol. Es en este ambiente que un joven aprendiz del taller del maestro Murillo, don I鎴go Palomino, un se隳rito desenfadado, sin complicaciones y perteneciente a una de las mejores familias de la ciudad, como consecuencia de unos amor甐s desgraciados con una novicia en clausura, de pronto se enfrenta al horror creciente de una maldici鏮 que se va cumpliendo d燰 a d燰 de manera inexorable. Y es as?como en medio de uno que otro op甑aro banquete en la mejor fonda de la juder燰, de devociones en Santa Mar燰 la Blanca, de duelos en las Atarazanas, de amores apasionados con una actriz famosa, y de obras y entremeses en el Corral de Comedias de los Alc嫙ares Reales, la maldici鏮, supervisada en su cumplimiento por un misterioso personaje que visita a I鎴go cada noche, sigue manifest嫕dose en forma paulatina hasta que, para desesperaci鏮, espanto y terror del mozo, termina por cumplirse en su totalidad. Es a este personaje diab鏊ico y a la maldici鏮 que mantiene a I鎴go postrado en una especie de muerte en vida, y siempre teniendo como tel鏮 de fondo la omnipresencia tenebrosa del tribunal del Santo Oficio, que se enfrenta, con valent燰 y todos sus recursos metaf疄icos, Don Pedro Gonz嫮ez, exorcista aficionado y confesor del joven.