Historia de MIS Libros

Ni soy yo el primer escritor que a la vejez ha ca獮o en la cuenta de que le conven燰 redactar por el mismo el Pr鏊ogo general de sus Obras, ni deja de ser necesario que todos los autores realicen, como despedida, algo semejante. Porque, una de dos: o no tienen en nada sus libros, en cuyo caso deben quemarlos y prohibir a sus herederos que los reimpriman, o los consideran dignos del plico, ya sea por debilidad de padre, ya por deferencia a los lectores que pagan: y, en este segundo caso, que es el m甐, deben defender aquello que venden; deben deshacer errores y embustes acerca de su origen y significado; deben contestar a criticas basadas en materiales equivocaciones o falsos razonamientos; deben, en fin, poner las cosas en su punto y lugar, para que, llegada la hora de la muerte, no salga cualquier amigo o enemigo desfigurando las intenciones del inerme difunto, con risa o rabia de los pocos o muchos parciales discretos que le queden y, por de contado, con aflicci鏮 y pena de los propios hijos -que Dios bendiga, en cuanto a los m甐s toca. Aqu?ten嶯s, en cuatro palabras, la explicaci鏮 del ep癃ome o testamento literario que vais a leer; testamento que pienso escribir con la religiosa sinceridad correspondiente a toda confesi鏮, sin dar o獮os para nada al agravio, a la vanidad, ni a la conveniencia. De todo lo cual se deduce que sigo en el voluntario prop鏀ito, declarado tres a隳s ha en la dedicatoria de LA PRODIGA, de no componer ning nuevo libro (fuera de la terminaci鏮 de mis Viajes por Espa鎙), y que no me ya del todo mal en esta que llamar?barrera del circo literario, viendo ponerse en paz el sol de mi trabajada vida, mientras que all?abajo, sobre la ingrata arena, prosiguen luchando serviles autores y temerarios cr癃icos de la moderna estofa, quienes no se afanan ya por enaltecer sobre el pedestal del Arte los m嫳 puros afectos del alma, sino por complacer a la turbamulta, regal嫕dole cromos y fotograf燰s de las peores ruindades del humano cuerpo.