La Agonía de Francia

En unas horas pl塶idas, banales, de un domingo radiante, Francia, la Francia que cre燰mos inmortal, se hab燰 hundido, quiz嫳 para siempre, entre la indiferencia absoluta de una gran ciudad alegre y confiada, el discurrir perezoso de una muchedumbre endomingada que llenaba los jardincillos del H矌el de Ville presenciando con inconsciente curiosidad provinciana el ir y venir de los autom镽iles oficiales y el ajetreo miserable de cientos de miles de refugiados ajenos a todo lo que no fuese la satisfacci鏮 inmediata de sus necesidades f疄icas, que buscaban afanosamente d鏮de comer y dormir aquella noche. Un mediano restaurant, una cama, una mesa libre en una terraza para tomar c鏔odamente el aperitivo, una localidad para el cine, un buen puesto en primera fila para verle la cara a P彋ain o a Reynaud al entrar o salir del Consejo de Ministros, ten燰n m嫳 importancia para aquella masa abigarrada que todas las angustiosas preocupaciones nacionales del momento. Cu嫕tas personas de aqu幨las ten燰n plena conciencia de la hora decisiva para ellas y para la historia que estaban viviendo? Nunca una cat嫳trofe nacional se ha producido en medio de una mayor inconsciencia colectiva.